Hay fantasmas que nos persiguen y nos atormentan. Uno de ellos, colectivo, es el de aquella niña desaparecida de rostro angelical y ojos asombrados llamada Madeleine McCann.
Desde aquel lejano 2007, todos, de manera inevitable, nos hemos sentido arrastrados por el destino de esta pequeña a la que se le auguraba lo peor.
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