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«La diferencia entre un buen trabajo y una obra de arte está en la emoción»

Publicado en El Norte de Castilla

Presenta su ensayo ‘Lo que la primavera hace con los cerezos’, este martes en el Círculo de Recreo, en una sesión del Aula de Cultura de El Norte

C. A.

Escritores, poetas, pintores, escultores, cineastas, fotógrafos… Con todos ellos la primavera hizo lo mismo que hace con los cerezos: provocó que sus corazones florecieran… y que terminaran deshojándose. O reventando. En su último ensayo, Marta Robles, la autora de ‘Las once caras de María Lisboa’, Don Juan’, ‘Luisa y los espejos’ o ‘La mala suerte’, trae al presente historias de seducción, de creación, de destrucción, de magia, de veneración, de dependencia, de abandono, de pérdidas, de dolor… Un repaso por algunos de los amores y desamores más volcánicos de la historia de nuestra cultura, alrededor del libro ‘Lo que la primavera hace con los cerezos’, que será el protagonista de una nueva edición del Aula de Cultura de El Norte, a las 19:30 horas en el Círculo de Recreo, con el patrocinio de la Fundación Vocento.

–¿Qué es lo que hace exactamente la primavera con los cerezos? ¿Y con las pasiones de los hombres y las mujeres?

–La primavera hace florecer a los cerezos. Es decir, saca lo mejor de ellos, su máxima belleza. Es lo que, desde mi punto de vista, debería hacer el amor con el ser amado: hacerle florecer, sacar lo mejor de él. Por eso elegí ese último verso del poema catorce de los ‘Veinte poemas de amor y una canción desesperada’ de Neruda, como título de este libro que relaciona el amor y el desamor con la creación, porque creo que amar bien es muy difícil y el mensaje de ese verso es el símbolo del mejor amor.

–¿Sigue siendo el amor, junto a la muerte, el asunto fundamental del que se ocupa la creación artística?

–Son los dos grandes temas de la literatura, del arte y, en realidad, de la vida. Y si se me apura, lo reduzco solo al amor. La muerte nos aterra porque supone lo desconocido, pero más aún porque nos separa de nuestros seres queridos.

–¿Cree que los artistas están más sujetos a los gozos del amor que el resto?

–Los artistas viven en permanente estado de zozobra sin saber si su próximo trabajo será bueno o malo, o si llegará a alcanzar la consideración de obra de arte. La diferencia entre un buen trabajo y una obra de arte está en la emoción. Por eso ellos saben que han de inocularle emoción a sus trabajos, y que la provoque a su vez en los demás, y tal vez por eso exacerban la máxima emoción que se puede sentir, que es el amor (o en su reverso, el odio). Pero el amor, por mucho que lo creamos, no siempre provoca los mejores sentimientos. También incluye los celos, la posesión, la incomprensión, el egoísmo… y los artistas lo llevan todo al exceso, por eso sus amores pueden ser, si cabe, más sublimes, y sus desamores más vengativos y terribles. De unos y otros dejan constancia en sus obras.

–¿Qué parte de usted, como escritora, se ve reflejada también en este libro?

–Yo, como cualquier creador, sufro del mal permanente de la inseguridad, de ese miedo perverso que te provoca no saber qué saldrá de tu último trabajo, o si jamás podrás volver a concebir nada que sea suficientemente emocionante. Yo también necesito vivir el amor con intensidad para crear. Y como todos he creado en momentos de amor y en momentos de desamor.

–Amor, desamor, seducción, destrucción, abandono, abuso, pérdidas, dolor… ¿qué ingredientes son mayoritarios en las historias que se documentan en este libro? 

–Todas estas historias, como la propia vida y cada persona, artista o no, tienen anverso y reverso. Escaparate y trastienda. En unas trastiendas hay mayor crueldad que en otras, pero todos las tenemos, lo que sucede es que solo las de las personas más geniales, que llegan a despertar la curiosidad o la pasión de la sociedad, llegan a hacerse públicas y a juzgarse.  La vida, o mejor dicho las vidas, tienen de todo eso: amor, desamor, seducción, destrucción… Cada momento de cada historia cuenta con mayor porcentaje de unos u otros ingredientes. Pero hay que concluir que para que exista un terrible desamor, doloroso y vengativo, siempre tiene que haber habido un amor previo tan potente como para que su pérdida lo convierta en aterrador. En todo caso, en este libro hay historias especialmente duras porque reflejan lo mucho que han sufrido las personas y sobre todo los artistas a causa de sus sexualidades distintas.

–¿De todas ellas, cuáles le han conmovido más a usted misma a la hora de investigarlas y de escribir sobre ellas?

–Muy especialmente la de Oscar Wilde, cuyo dolor en ‘De profundis’, desde la cárcel en la que le recluyen a causa de su relación homosexual con el joven poeta Lord Alfred Douglas, Bosie, tras hacerle pasar de ser el hombre más influyente y admirado del momento al más denostado y vilipendiado, resulta estremecedor. Es una historia que da para mucha reflexión, sobre los juicios de la sociedad y también sobre las cancelaciones, y lo que se considera bueno o malo en unos u otros momentos. También la de Artemisia Gentileschi, cuya violación y juicio posterior, gracias a su lucha en la que fue torturada para dar verosimilitud a su declaración, supuso no solo el primer acto de feminismo, sino el inicio de una traducción de los sentimientos en el arte de pura reivindicación. Y desde luego, la historia de Allen Ginsberg y Peter Orlovsky, homosexual el primero y heterosexual el segundo, que se amaron desde el primer instante en el que se vieron, pactaron una relación abierta en la que uno, además, se relacionaba con otros hombres y el otro, con otras mujeres, pero poniendo siempre por delante la suya, donde su amor carnal, intelectual y espiritual sacaba lo mejor del uno y del otro. Se apoyaron en todo. Se hicieron florecer. Hicieron lo que la primavera hace con los cerezos.

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