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Susanna Griso: «Con los políticos hay que mantener cierta distancia de seguridad, por higiene mental»

Publicado en TELVA

Su agenda es un tesoro, pero más allá de los nombres que guarda en clave -«¡y luego olvido porque soy un desastre!»-, el poder e influencia de Susanna Griso (Barcelona, 1969) residen en que todos contestarían a su llamada e incluso escucharían sus opiniones. No en vano la periodista lleva dieciocho años al frente de Espejo Público, uno de los programas matinales de máxima audiencia, viendo pasar candidatos, presidentes y hasta reyes. «Ellos pasan y nosotros seguimos aquí», dice en una larga conversación con Marta Robles.

A Susanna Griso no solo le interesan las testas coronadas y los poderosos; la periodista es capaz de lanzarse al barro y hasta de romperse en directo siendo testigo de las tragedias de personas corrientes. Aunque lo que le apasiona de siempre es la política y la economía, le gusta pisar la calle y hasta las laderas de los volcanes. Y a estas alturas de su vida, en sus cincuenta mediados, más atractiva y segura que nunca, disfruta también con el mundo de lo social y hasta contando anécdotas personales que le igualan a los demás. Ya no teme la pérdida de credibilidad al tratar temas de menor enjundia y, de unos años a esta parte, hasta se permite la coquetería que antes se tenía restringida. Lo tiene todo ya demostrado, aunque las pruebas se sucedan. La próxima, la desaparición de las mañanas de su competidora oficial, Ana Rosa Quintana. ¿Se lo deja más fácil? Quién sabe. Ella no se relaja porque es consciente de que, en la televisión como en la vida, todo es imprevisible, salvo una cosa: el amor incondicional por sus hijos.

Siempre apareces en los primeros puestos de las mujeres más influyentes de España, porque no hay nadie que no se te ponga al teléfono…

Alguno se me resiste. Rubiales de momento no me contesta (hacemos la entrevista tras la polémica del «pico»), y el presidente del Gobierno, que me iba a dar una entrevista antes de las elecciones del 23 J, al final dijo que no podía por agenda, pero…

Pues eso, que no se te resiste casi nadie, salvo el Papa…

Con el Papa la entrevista se está gestionando. De momento tengo una carta en la que se me indica que mi solicitud se está procesando.

Casi todos aceptan, pero ¿también atienden a tus consejos?

No soy nadie para aconsejar, pero los que llevamos ya unos años en esta profesión hemos visto pasar gobiernos y candidatos, mientras nosotros seguimos aquí. Yo he visto ya pasar cinco inquilinos a la Moncloa y decenas de ministros. Algunos llegaron prometiendo el asalto a los cielos y luego han desaparecido del panorama político (que no mediático). La política es una trituradora.

Entre tantos poderosos ¿tienes amigos?

Tengo buenos amigos en distintas trincheras. He conocido personas íntegras y con voluntad de servicio público, como Fátima Báñez o Javier Escrivá. Pero en las entrevistas me blindo y pregunto como si acabara de conocerlos. De todos modos, con los políticos siempre es conveniente mantener cierta distancia de seguridad, por higiene mental.

¿Tienes más amistades influyentes que nos sorprenderían, aparte de la del Emérito, que ya desvelaste en el plató de Espejo Público?

Prefiero no darte ningún nombre porque ¡la voy a liar y no sé si les pongo en un brete! Pero sí te diré que los años me han hecho forjar una amistad con una persona vinculada a los Servicios Secretos y para mí ha sido sumamente interesante. Y él se ríe porque, como mi ilusión siempre fue la de ser espía, me ha puesto un nombre en clave.

¿Sigues guardando los contactos más importantes de tu agenda con nombres en clave?

Cada vez menos, porque como luego los olvido, tengo que acabar poniendo los nombres de verdad.

¿Qué pasaría si tu teléfono cayera en manos ajenas?

Prefiero no planteármelo, no solo por los contactos sino por la cantidad de whatsapps confidenciales que recibo; pero tengo mis dudas de si tener los contactos le serviría a alguien para conseguir entrevistas. Para eso no vale -y se lo digo a mis compañeros de producción cuando empiezan-, ni tener los teléfonos ni poner un whatsapp; hay que hacer un trabajo de insistencia, de trabajarte a determinadas personas y que se fíen de ti. Que vean, por tu trayectoria, que les puedes hacer una entrevista difícil pero que no vas a hacerles daño. Eso es lo que abre puertas.

Decías que has visto pasar a cinco inquilinos de la Moncloa, de González a Sánchez ¿Alguna anécdota?

Con uno -si me permites no diré el nombre- me estuve chateando en directo y le confundí con un buen amigo, así que lo hice en un clima de distensión absoluta. Cuando me di cuenta era demasiado tarde y tuve que disculparme.

¿Y cuál fue su reacción?

Se hizo un silencio, digamos, sorpresivo. Algo así como un ¿cómo puede ser?

¿Con cuál de esos presidentes te irías a cenar?

Con todos. Y me quedé con muchas ganas de conocer a Suárez. Con los demás he comido varias veces y hasta he tenido ocasión de cenar con alguno. Siempre en grupo.

¿A cuál te llevarías de vacaciones?

Posiblemente a Rajoy. Cuando me tocó hacer el programa Dos días y una noche, y viajaba con ellos durante todo el fin de semana, me tocó estar con él, incluso haciendo su famosa «Marcha Mariana». Cuando se apagaban las cámaras nos reíamos muchísimo. Tiene ese sentido del humor tan gallego que todo el mundo conoce y me lo pasé muy bien.

¿Aznar es tan aburrido como dicen?

No, no, en absoluto. Tiene un dominio de la escena internacional y una vida post política muy interesante. He hablado con él de literatura, de política… y te diré que me ha ganado fuera de la escena.

Dicen que era tu máximo admirador…

Eso no lo sé. No me consta, ja,ja.

¿Con cuál tienes más cercanía?

Me cuesta decirte uno en concreto. En general pienso que todos los políticos fuera de la primera línea, cuando están en la barrera, son mucho más interesantes. Y cuando han gobernado en circunstancias tan difíciles como Felipe, Aznar y Rajoy es apasionante repasar los acontecimientos históricos con ellos. Las veces que he podido ver a Felipe en petit comité ha sido un lujo.

No tenemos presidenta de Gobierno, pero sí de Comunidades Autónomas. ¿Has notado más sintonía con las políticas que con los políticos?

No, pero tampoco he tratado a tantas. Les he hecho entrevistas puntuales a todas y he comido con algunas…, pero no he cenado con ninguna.

¿En esa agenda tuya también figura algún «malo»? Villarejo, por ejemplo.

Cuando empezaron a salir los casos en los que le implicaban (Kitchen, Operación Cataluña, etc…) Villarejo tenía mucho interés en contarme su versión. Hablábamos a través de terceras personas. Estuvo llamándome mucho y yo resistiéndome hasta que, al final, fue tan insistente que me pudo la curiosidad y comimos. Recuerdo que llevaba cuatro o cinco teléfonos y pensé que me podría grabar, porque ya tenía esa fama. Fue casi una entrevista donde le pregunté por todos los casos dudosos que él decía que eran en defensa del Estado.

¿Y saliste en su agenda?

Sí, por esa comida.

También ha habido mujeres implicadas en asuntos de corrupción…

Desde luego. Y he tenido entrevistas duras con muchas de las afectadas, enfadadísimas en el momento en el que las entrevistaba, porque eran objeto de escarnio después de que se filtraran pinchazos telefónicos. Más enfadadas por el escarnio mediático que por el judicial. Y al final, si el asunto en el que las implicaban se quedaba en nada, alguna me llamó para quejarse.

Es que el ruido mediático a veces es tan atronador como doloroso, e incluso letal…

Recuerdo un mensaje de Rita Barberá, un mes antes de que muriera, que me afectó muchísimo. Decía que nos veía todas las mañanas y que le dolía la ligereza de algunos comentarios, absolutamente injustos, según ella. Hubo una persecución en lo personal muy dura contra ella, hasta con escraches y los comentarios eran muy críticos en plató. Y como nos estuvimos intercambiando mensajes, me di cuenta de que tenemos tendencia a «cosificar» a las personas. Tratarlas como si no tuvieran ni sentimientos, ni familia, como si no les afectara lo que decimos. Ocurre mucho con los políticos porque creemos que todo va en el sueldo. Al final te das cuenta de que, cuando alguien está en el ojo del huracán, los periodistas podemos ser sumamente crueles.

¿Eres consciente de que un comentario tuyo puede hacer mucho daño?

Sí, y ¡no sabes lo que me duele! Por eso trato de ser cada vez más cuidadosa. A Rita Barberá no la había tratado antes de esa semana infausta, pero me aplico la lección desde entonces. También me pasó con Álvaro Pérez «El bigotes», que un día me llamó muy afectado por los comentarios que se habían vertido sobre él en el plató. Así que, les conozca o no, los respeto y, si en algo fallo, intento que puedan desquitarse.

¿Y qué pasa cuando los conoces y se cruza la amistad con el deber de información?

Es muy complicado. En la facultad te enseñan que el periodista tiene que ser objetivo, pero la objetividad desaparece cuando conoces al protagonista de la noticia. Entonces, intento tirar de lo mismo: del respeto.

Solo te he visto afectada con un tema del que te «acusaron» referido a una compañera…Y no me extraña, porque tú eres muy compañera. Pero claro, luego se queda abierto un micrófono y…

Tú sabes que yo soy muy de equipo, porque además si no funcionamos en equipo el programa no sale. A la gente la trato con muchísimo cariño y respeto, porque no entiendo otra manera de trabajar en televisión y me enfada cuando se pierden las formas. Ese micrófono que se quedó abierto (y mira que soy cuidadosa) dejó en el aire una conversación sobre realización con la directora que no tenía nada que ver con el excelente trabajo de la redactora. Era una cuestión técnica, pero me dolió que se pensara otra cosa. Y no solo por mí, sino porque alguien o ella misma creyeran que no se valoraba su trabajo. Y yo los valoro todos, te lo puedo asegurar.

¿Eres más de amigos o de amigas?

En el pasado más de amigos, no sé por qué. Tenía muchos y los mantengo; pero en estos últimos años me he refugiado en las amistades femeninas. Tengo un grupo maravilloso. Un gin-tonic con ellas me salva la semana.

Eres una gran defensora de los derechos de las mujeres. Feminista sin duda. Pero ¿crees que hay varios tipos de feminismo?

Siempre he pensado que el feminismo tiene que ser inclusivo e implicar a los hombres. Y lo digo yo que he educado a mis hijos desde el feminismo sin fisuras. Pero precisamente ellos me han hecho la reflexión de que los hombres han sido víctimas de la sociedad heteropatriarcal, porque han recibido una educación que les amputaba sus propias emociones, haciéndoles muy difícil expresar los sentimientos. Ellos son los primeros interesados, como nosotras, en cambiar este tipo de formación y necesitamos implicarles en la estrategia. El feminismo excluyente y sectario me incomoda porque divide y no ayuda a que se entienda que el feminismo defiende la igualdad de derechos, que no es el antónimo de machismo.

También defiendes los derechos LGTBI.

Es que yo, que perdí a un hermano por el SIDA en los tiempos en los que más estigmatizada estaba la enfermedad y que sé el dolor y el rechazo que puede suponer «salir del armario», creo que todavía hay muchas batallas que librar. Y esa nos implica a todos y necesitamos ser especialmente beligerantes.

Dices que te gusta escuchar todos los puntos de vista. ¿Hay que entrevistar también a los «malos»?

Entrevistaría hasta a Putin, no te digo más. Conviene conocer los argumentos de esos «malos» pero sin convertirse en su caja de resonancia.

Hablemos de tu vida personal. ¿Hay un antes y un después de un divorcio?

Son etapas muy distintas, pero yo no creo que una separación sea un fracaso. Durante una época vives en pareja, crías a los hijos, tienes un proyecto en común… Yo he sido muy feliz y he considerado siempre que éramos buenos compañeros de viaje. Lo repetiría tal cual. Luego hay un momento en el que te apetece volar y redescubres muchas emociones. Vengo de una familia donde mis padres estuvieron casados 50 años. Se querían muchísimo, eran como los Els vells amants de la canción de Serrat y me encanta que hayan sido un modelo. Pero en nuestra generación es muy difícil porque vivimos más, conocemos a más personas, las trayectorias son divergentes y no pasa nada por tener segundas, terceras o cuartas oportunidades…

¿Crees que son mejores los amores maduros?

Creo que sí, porque en el amor maduro hay menos fantasmas que vienen, sobre todo, de las inseguridades. Cuando estás más satisfecha y con la autoestima fuerte, al menos en mi caso, los celos se diluyen y no tienes necesidad de poseer a alguien, sino de caminar juntos, sabiendo que ese contrato hay que renovarlo cada 24 horas.

Luis Rojas Marcos dice, que solo se mantienen enteros los amores que se piensa que se pueden romper…

Estoy de acuerdo. Cada día tienes que conquistar a la otra persona.

¿Ya le has perdido el miedo a ser tan alta, tan guapa, tan divina?

¡Ay por favor, que no soy tan guapa…, ja, ja! Alta sí. De jovencita tenía mucho complejo con la altura. No me gustaba nada, pensaba que no tenía más beneficio que poder llegar a ver mejor en los conciertos. Lo otro, siempre pienso que tenemos chapa y pintura y que en la tele el estucado ayuda mucho.

Me consta que alguna amiga te ha dicho: «no te cortes el pelo», y tú solo has pensado en que si lo llevabas largo necesitarías más tiempo de peluquería. ¿No querías ser tan atractiva?

Antes me podía mucho pensar que tenía un programa diario y el maquillaje y la peluquería era quitarle tiempo a lo que tenía que estudiar; ahora sigo estudiando mientras me peinan y me maquillan y es verdad que me apetece ser más coqueta y menos pragmática.

¿Y también te da igual que te tachen de rubia y de pija…?

¡Cuidado!, que no me siento nada pija. Vengo de una familia con apellidos, pero en casa hemos tenido que volar solos. Me fui a EEUU porque me lo pagué yo. Mi madre siempre me dijo que los viajes y la ropa eran de mi presupuesto, que ella no me iba a consentir caprichos. Y si estudié en los mejores colegios era porque mi padre decía que era la única herencia que me iba a dejar… Pero me recuerdo toda la vida trabajando.

¿Y cuando te llaman «roja, facha, independentista, no independentista o podemita» como cuando tuviste aquel enfrentamiento con Rocío Monasterio por los Menas?

Son tantas etiquetas y tan contrarias que no me preocupa. Al revés, creo que eso significa que soy difícil de clasificar porque navego contra corriente. Pero yo solo quiero defender aquello en lo que creo, que es la igualdad social y las oportunidades para los colectivos más desfavorecidos. Como periodista creo que tenemos una responsabilidad. He sido muy combativa con la defensa de los Menas, y no solo porque tenga un chaval apadrinado y haya vivido esa realidad, sino porque me parece muy injusto convertir en cabeza de turco a uno de los colectivos con menos posibilidades, sin capacidad para educarse, para trabajar. Chicos que llegan arrasados tras travesías de cuatro o cinco años, que han sufrido violencia… Les tenemos que ayudar. Por eso me pareció de justicia la reforma de la ley para facilitarles un permiso de trabajo a los 16 años, con el que pudieran salir del limbo legal.

¿Por ese compromiso decidiste ser madre adoptiva?

No tengo una respuesta a eso. A veces me guío por el instinto. Sentía casi más la llamada para ser madre adoptiva que biológica… Y eso que cuando a los 30 se disparó el reloj biológico, necesitaba de manera imperiosa ser madre. Pero la adopción iba por delante. Creo que podría haber sido solo madre adoptiva. Fue un proceso muy largo, pero jamás pude imaginar que duraría ocho años. Tuve la tentación de tirar la toalla. Cuando me dieron el segundo certificado de idoneidad, incluso la psicóloga me dijo: «Este proceso lo tenéis que cerrar ya porque es como tener un embarazo de ocho años». Recuerdo que tenía la habitación preparada con un juguete móvil colgado del techo y pensaba: ¿qué voy a hacer ahora con esto? Pero cuando ya había tomado la decisión de cerrar el proceso, por la edad de su padre y la mía, 15 días antes nos llamaron. Te dan 24 horas para que te lo pienses, no sabes si será niño o niña y solo que tendrá entre 3 y 6 años. Entonces llegó nuestra hija Dorcette y ha sido maravilloso.

Era una responsabilidad compartida con tu exmarido…y te separas a los 3 años de su llegada…

Eso nos preocupaba mucho a los dos, porque ella es una niña a la que le cuestan los cambios, y pensamos que lo llevaría mal, pero es tan resiliente, tan africana en ese sentido y tan feliz…, que no ha tenido ningún problema.

Hablas de tus hijos y se te sale el amor por la garganta…

Es que el amor a los hijos es lo único incondicional, seguro y para siempre.

Dicen que tenerlos te hace fuerte, pero también débil porque se exacerban los miedos…

El momento más terrible de mi vida fue cuando mi hija se cayó por la proa del barco en el que navegábamos y le pasamos por encima. Pensé que había muerto. Cuando recuerdo aquellos 60 segundos de terror aún me estremezco. Me permitió valorar lo efímera que puede ser la vida y la felicidad. Y recordar que tenemos que dar las gracias cada segundo por lo que tenemos. A veces nos preocupan cosas que jamás van a suceder y las más oscuras ocurren en un día soleado de playa. Por eso no me preocupo mucho del futuro. Sé -y he sufrido varias pérdidas personales- que lo más doloroso llegará sin avisar.

Cuando hablo contigo pienso ¿cómo es posible que alguien te vea como una mujer distante?

No me considero nada distante, pero como son tantas horas de directo, pasa tanta gente y es todo tan imprevisible y tantas veces me toca hacer preguntas incómodas -sobre todo en la parte política-, que me resguardo.

Otras presentadoras más «lloronas», pueden parecer más empáticas…

Lo parecerán…, pero yo me he roto muchas veces en la parte de actualidad con madres que han perdido a sus hijos o con personas que han sido estafadas y lo han perdido todo; o con los protagonistas de desastres naturales como el de la Palma…

Arrancas temporada sin Ana Rosa Quintana de competidora en las mañanas, que a veces se ha llevado la audiencia. ¿Te la has quitado de en medio?

Bueno, ¡no me la he quitado yo! Ana Rosa ha sido una rival dificilísima porque tiene productora propia y apuesta muy fuerte… ¡Mira todos los que han pasado por la mañana y están fuera! ¡Solo hemos aguantado las dos! A ella, con el permiso de Sonsoles, le deseo muchos éxitos. ¿Que si me tranquiliza que no esté al otro lado? Siempre necesito cambios, revulsivos y creo que, que cambien los competidores, es sano y bueno para el cotarro televisivo.

Y eso que llevas 18 años en el mismo programa.

Es que aquí es muy difícil aburrirse porque pasan muchas cosas; pero es verdad que pensaba que lo de Espejo iba a ser un suspiro y mira. Nunca había estado tanto tiempo en un sitio.

Cuando empezaste todo tenía que ser serísimo. Ahora lo cuentas todo, te ríes más, incluso hablas de amor…

Cuento muchas más anécdotas y es posible que me haya relajado, sí (risas) pero sigo protegiendo mucho a mi entorno: familia, hijos, pareja… Al principio solo me interesaba la política y la economía, que me siguen apasionando, y creo que tenía miedo de perder credibilidad por abordar temas sociales y de corazón. Pero con los años me he dado cuenta de que no te pasan factura si se hace bien y con rigor, y de que todos tenemos muchas facetas.

¿Has conseguido dormir bien?

No, eso no lo he resuelto. Hay épocas en las que sí y es un gustazo. Me suelo levantar con energía y de buen humor, pero cuando duermo mal y encima sé que tengo cinco horas por delante, es más complicado…

Sin embargo, parece que tienes tiempo para todo: lees, ves series, vas al cine, haces ejercicio, quedas con amigas… ¿Cuántas Susannas hay?

Es que soy muy disciplinada. Me levanto a las 5 de la mañana y la jornada me cunde muchísimo. Suelo tener comidas de trabajo y no me suelo echar la siesta. Después, a las extraescolares de mis hijos sumo las mías. Llevo veinte años haciendo pilates con el mismo entrenador. Eso sí, raras veces me verás de noche, me mata.

Será lo único que no hagas. ¿Sigues comiendo lo que te da la gana?

Siempre he comido, bebido y tomado mis postres y he llevado una vida muy relajada en cuanto a dietas, salvo un año que estuve en EEUU, y engordé. El resto del tiempo he tenido suerte porque tuve embarazos muy buenos y he perdido peso rápidamente. Ahora me da miedo pensar que en un momento la cosa vaya a cambiar porque estoy muy mal acostumbrada (risas).

Eso no lo sabe nadie. Tampoco qué Gobierno nos viene… ¿O tú sí?

No tengo ni idea. Creo que ahora mismo tiene más posibilidades de salir la investidura de Pedro Sánchez; pero la política te da sorpresas. Si algo he aprendido es a no hacer pronósticos. La política española es imprevisible y Sánchez nos ha sorprendido tantas veces… Es que, en esta última ocasión, salvo Tezanos, nadie sabe explicar lo que ha ocurrido.

Y no es cuestión de inteligencia… Por cierto, ¿valoras más la inteligencia o la bondad?

La inteligencia sin bondad no me interesa.

SUSANNA GRISO, PERSONAL E INSTRANSFERIBLE

Se arrepiente de «haber juzgado demasiado rápido».
Su manía «Apurar mucho» (llega al estudio en el último minuto).
Ha pasado de su música de pequeña «Cat Stevens, Serrat, los Stones, los Beatles» a «la música de surferos de Kiwanuka».
Si se perdiera la encontraríamos «en una isla de Indonesia».
El libro al que siempre vuelve:Cien años de soledad. Si volviera a nacer sería espía y psicóloga y seguiría leyendo poesía.
Si le pides que recite unos versos lo hace en inglés: «Weaker and Waker, the sunlight falls/In the afternoon. The proud and the strong/Have departed (…) » de Wallace Stevens», dice con una de sus cautivadoras sonrisas…

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