Una lona con la cara de un ciudadano con una causa archivada, destacar características personales de una candidata («sorda y bollera»), en vez de su currículo académico y profesional; insultar a distintos periodistas llamándoles «corruptos» o a parte de la ciudadanía, tildándolos de «cayetanos» en su propio barrio; dejar a los electores con la palabra en la boca y responderlos malamente cuando preguntan por algo tan visible como una casa de lujo, en tiempos de inaccesibilidad a la vivienda más modesta; llorar por escraches propios y familiares y después de haber defendido los ajenos, incluso a mujeres embarazadas; decir que las leyes feministas no se pactan con tal partido (como si el feminismo y las propias leyes fueran propiedad de alguien y algún político tuviera potestad de dejar fuera a los representantes de media España, máxime después del estrepitoso fracaso de la ley del «solo sí es sí»)… ¿Qué pasa con Podemos? Más allá de que no sea mi partido preferido, de que perdiera la esencia que despertó la curiosidad de todos los españoles en su día (incluida la mía) y acabara convertido en un cúmulo de reproches (que caben en todos los partidos, pero en Podemos, como mayor malababa), me preocupa la deriva que los conduce hasta el ridículo, que empieza por no reconocer, jamás, ningún tipo de error. Creo que no me equivocaría si dijera que los socialistas prefieren a los independentistas como socios a los representantes de Podemos, porque estos últimos los atacan más que los anteriores, como si también fueran enemigos, aunque ambos compartan el espacio de la izquierda. El problema de Podemos, más allá de su permanente intención de dividir entre rojos y azules, buenos y malos, pobres y ricos, empresarios y empleados etc. es que ejerce la política desde el permanente mal gesto, desde el enfado constante, desde ese sentirse los defensores de un pueblo al que, por mucho que se empeñen en decir otra cosa, traicionan con sus mentiras. Sé bien que todos los políticos dicen una cosa y luego hacen otra, pero ¿qué quedó de aquellas consignas de Podemos de mantenerse en el barrio, de cobrar el SMI, de no utilizar las prebendas de la política y tantos otros asuntos que adjudicaban a «la casta»? Podemos está resquebrajado y dividido hasta dentro de su propia representación en el Gobierno.
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