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Censura y prejuicios

Publicado en La Razón

Este mundo nuestro vive a caballo de los prejuicios. Cada uno mira desde su atalaya y se cree mejor que los demás y con derecho a valorarlos o despreciarlos, según se acerquen más a sus vidas, a sus criterios, a sus formas de entender el universo. Nos pesa lo distinto, nos molesta porque está por encima o por debajo de nosotros. Y somos tan poco capaces de empatizar con el resto de los seres humanos que cada vez sentimos menos el dolor ajeno (y si no lo hacemos, ya lo decía Shakespeare, acabamos convertidos en monstruos). En nuestro tiempo está mejor visto censurar que comprender. Mirar el pasado con los ojos del presente y utilizar eufemismos para todo. La censura acaba de llegar a los cuentos de Roald Dahl, donde ya no habrá “gordos” y “feos” para los británicos. Después de la revisión woke de la editorial Puffin Books, las brujas no serán “vacas viejas asquerosas” sino “monstruos”, las tortugas de Agu Trot no vendrán “del norte de África” sino “de muchos países diferentes…” Los editores borran párrafos completos, añaden textos y se sienten con esa peligrosa superioridad moral capaz de dejar al mundo reducido al absurdo, de pintarlo desde los libros o las conversaciones como si no hubiera en él más que paz, amor y felicidad… No es la primera vez que sucede. La censura existe desde siempre. Se han censurado los cuentos clásicos y reescrito un millón de veces. Y yo entiendo que se reflexione sobre cualquier obra, incluso que se escriban versiones diversas, pero de ningún modo que se traten de borrar los originales y su mensaje, siempre más real que el corregido. Más sabiendo que, dentro de un siglo, los woke de los woke enmendarán sus correcciones…

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