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Lo que tú digas ‘my love’

Publicado en La Gaceta de Salamanca

No sé por qué coloco el nombre de él delante de ella. No debería hacerlo ni por cortesía, ni por importancia: ella es, desde siempre, quien mueve los hilos. Jamás sabremos si Harry es, como dicen algunos, “el hijo de otro” y si por su sangre no corre más reino que el que le corresponde por parte de madre; pero eso es lo de menos.

Las sangres azules han ido enrojeciéndose, a base de infidelidades en los matrimonios concertados, desde siempre. Lo único innegable es que el suyo no lo fue.

Que el príncipe Harry se casó por amor. Y que Meghan vio en él la arcilla para modelar el personaje al que amar y del que aprovecharlo todo.

Ella no quería ni a un miembro disciplinado de la Corona británica, ni al chaval que contravenía todas las normas y provocaba con disfraces hitlerianos.

Ella deseaba un “wokito” muy influyente y visible, para rehacerlo a su medida.

Ya saben que la cultura Woke alienta a estar despierto ante las injusticias sociales, explícitas o simbólicas.

Va un paso por delante de la corrección política y elimina todas las cosas que, desde su “busca intrépida de la verdad” no considera adecuadas.

Los devotos del woke censuran sin compasión a personas o a sus obras si no las encuentran pertinentes.

Es como reinventar el mundo y decidir que solo es bueno lo que deciden unos y que, por tanto, hay que silenciar todo lo de los demás. Harry y Meghan, convertidos ya en wokes con guadaña, pretenden recortarlo y construirse un planetita a su gusto, donde no haya más que un color, una opinión, una religión y una tendencia: la suya. Y eso sí, que les resulte muy rentable.

Adiós a la realeza que les ha proporcionado la influencia y hola a las quejas, las exageraciones, los mil y un cuentos tristísimos que los convierten en grandísimos sufridores de las torturas inmensas de ser perseguidos y fotografiados por la prensa, poco considerados por la familia real o incluso tratados desde el racismo.

Está claro que se quieren cargar a la Corona británica, que pretenden derribar al flamante Carlos III y conseguir que el heredero Guillermo no llegue jamás a reinar. Y sobre todo que desean que su serie de Netflix sea un éxito y que les siga llenando los bolsillos.

Lo raro es que los aún duques de Sussex no hayan renunciado todavía a su título, con lo que sueltan por sus boquitas sobre la monarquía.

O más que raro, también previsible: su título, al menos de momento, les sigue viniendo bien para hacer caja, así que “nos lo dejamos, honey”, le habrá dicho Meghan a Harry. Y él a ella: “Lo que tú digas, my love”.

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