Hola, muy buenas tardes. Muchas gracias por invitarme a esta mesa sobre la cultura desde donde poder defenderla y desde la máxima humildad, tratar de impulsarla. Estuve pensando mucho si debía participar en ella, reflexionando sobre los colores políticos y sobre la significación. De hecho, esperaba más representantes del mundo de la cultura en ella que del PP y veo que finalmente no han venido. Y yo no soy del PP ni de ningún otro partido político. Pero sí soy una militante activa del partido de la cultura. Y por eso estoy aquí, tratando de contribuir a agrandarla y a expandirla, para que nos salve a todos.
La cultura no es un lujo. La cultura es una necesidad porque es la que nos proporciona las herramientas para construir nuestra identidad. Y la identidad es el primer derecho de un ser humano. Sin el, no existe. Sin la cultura no existimos, solo somos huellas o sombras de nosotros mismos.
Además, la cultura, que es la forma más democrática de aprendizaje, la que debe estar al alcance de todos, tengan el acceso que tengan a la educación convencional es también, como dice el escritor Carlos Zanón, la manera más democrática y eficaz de ponerte en el lugar del otro, de dudar de tus convicciones y de descubrir nuevas maneras de mirar.
Por eso la cultura no puede ser patrimonio de ningún partido político y ha de ser patrimonio de todos. Por eso nadie puede apropiarse de ella, aunque los creadores de todo tipo estemos llamados y casi obligados desde ella, a señalar a denunciar a comprometernos y a ser incómodos para el poder, que debe asumirmos como parte del juego democrático, donde todos los poderes han de estar controlados los unos por los otros, incluyendo el poder transformador de la cultura.
Cuando tengo que hablar de cultura y política siempre temo caer en el error de las palabras que han perdido su significado, en las “Palabras rotas” con las que titulaba uno de sus libros, Luis García Montero, poeta y director del Instituto Cervantes, desde donde hace una reivindicación de los valores democráticos, de la educación y de la poesía. Por eso prefiero recurrir a su mirada perpleja, que le hace escribir en el poema “Tal vez nos vamos de nosotros mismos, pero queda casi siempre una puerta mal cerrada”, ese: “Todo es raro y difícil/como sentirse Luis, como vivir en el segundo/izquierda de la noche/ser español o estar enamorado”
Es mucho mejor acudir a su mirada y a sus palabras no solo cuando dice que una sociedad que se instala en la hipocresía, en el insulto y en la mentira es una sociedad enferma, sino también cuando hace una declaración en una entrevista para Zenda realizada por Miguel Munárriz, que debería ser fundamental en todos los foros, pero a mi entender, más aún en el de hoy, que es la siguiente:
“La conciencia actual, la conciencia crítica, debe ser sobre todo precavida, y debe reflexionar sobre el pasado y sobre el presente para aprender las lecciones, y cada cual debe hacerlo en el compromiso de su vida personal, de su trabajo y de su ética como individuo. Reconstruir las ilusiones colectivas gracias a las experiencias personales. Yo, por ejemplo, -continúa diciendo García Montero- en mi trabajo como poeta, con el lenguaje, me he sentido responsable para pensar en la sociedad y he comprendido hasta qué punto la corrupción de las palabras es un síntoma de la corrupción de la sociedad. Las palabras se corrompen de diversas maneras; primero utilizadas para mentir, y después utilizadas en una dinámica social donde se desprestigien algunas que son fundamentales para el vocabulario democrático. Me preocupa que en el cubo de la basura estén palabras como verdad, como bondad, como amor, como política…
Fíjense que hay desprestigio en esta palabra, (Política) que siempre se usa para mal, y es verdad que la política está desprestigiada porque ha habido escándalos de corrupción, ha habido sectarismo, mentiras, pero es muy temerario desprestigiar la política como si los problemas de la política pudieran solucionarse desprendiéndonos de ella. El problema de la política ha sido el gran ejercicio democrático para organizar nuestra convivencia a través de medios pacíficos y para evitar la violencia y la explotación sangrante. Yo creo que debemos hacer un ejercicio de reivindicación de la política y debemos recordar en la experiencia literaria los consejos que daba Juan de Mairena a sus alumnos: “Desconfiad de quien os diga ‘no os metáis en política’, porque eso es que quiere hacer la política, sin vosotros o contra vosotros”, y es que en el discurso de un escándalo no solo surge que este señor es un mentiroso o es un chorizo, sino también el mensaje de que la política es una mentira y una farsa, y eso es muy peligroso”.
Esta defensa que hace Luis García Montero de las palabras y de la política me interesa mucho, por lo mucho tiene que ver con la cultura, con el conocimiento, con el aprendizaje del poeta y con su observación de la sociedad. Sin cultura, la política también queda desprotegida y se llena de descalificaciones. También lo hace cuando deja a la cultura en segundo término, cuando no le da su sitio, cuando la arrincona porque la teme y la coloca, por ejemplo, en un ministerio que no es único, que ha de compartir con otra disciplina necesaria y llena de valores pero tan distinta y distante como es el deporte… O cuando le otorga un presupuesto raso porque la mira con desconfianza ,como mira con desconfianza a sus activos, a sus artistas y los quiere hacer aparecer como delincuentes o aprovechados, simplemente porque le llevan la contraria…
Guillermo Busutil, escritor y recientísimo premio Nacional de Periodismo cultural escribe en su libro “La cultura, querido Robinson”, que sin la cultura somos seres a la deriva, peones sin rumbo en un tablero sobre el que el único destino es ser usados y vencidos, y lo hace al tiempo que confiesa que “sobrevive en la precariedad más absoluta como todos los que se dedican al mundo de la cultura” y asevera además:
“Un país donde el valor del conocimiento no se considera y la labor de quienes trabajan con la cultura se paga como peonadas, y se le hace rehenes de la temporalidad, de la rivalidad encarnizada por un jornal seco, está condenado a una peligrosa dictadura económica y de libertades. Sin el reconocimiento de la cultura y de su patrimonio identitario, de su excelencia y democratización, la sociedad se agrisará en un analfabetismo de ideas y de emociones que ya empobrece el país y lo somete a la fragilidad económica. Un ejemplo es el empecinamiento en el sector servicios y en la construcción, tan vulnerables a las crisis, mientras los planes educativos se empecinan en abaratar el conocimiento. La deseducación de la educación genera mediocridad, y un futuro rehén de la inestabilidad.”
Con todos estos argumentos tan sólidos y bien desarrollados que nos ofrecen tantos intelectuales, lo que yo me pregunto es ¿de dónde emerge ese miedo de la política a darle a la cultura lo que le pertenece, lo que es suyo por derecho. A reconocerle los méritos y poner medios a su servicio?
Hace ya muchos años, en 1999,el presidente francés Jaques Chirac dijo ante los magnates de la industria audiovisual que «Los productos culturales no pueden ser tratados como una mera mercancía sometida a la pura ley del mercado
Y Busutil lo explica muy bien diciendo: “La dignidad de la cultura no es una almoneda. La rentabilidad de la cultura no responde a la inmediatez de hacer caja, de obtener beneficios cuantificables, de subastar la calidad o la oferta. La cultura es una inversión en civilización, en educación, en progreso, en construcción de una ciudadanía crítica. Las administraciones y la empresa privada deben dejar de entenderla como una subvención, un gasto o un dispendio. Muchos estudios certifican que en Europa el dinero público o privado destinado a la cultura tiene un retorno económico importantísimo”.
Y esto que dice Bursutil parece estar tan claro, que solo puedo concluir que por su sencillez resulta de difícil comprensión para la política española ,siempre en guardia ante lo sencillo o para una sociedad que parece demandar un rédito instantáneo y tangible en todo, sin comprender que lo intangible se construye poco a poco y tiene mucho más valor.
Me provoca una enorme envidia la consideración que tiene Francia respecto a la cultura y al arte. Me comentaba mi amigo, el escritor e ilustrador y director de la Semana negra de Gijón, ángel de la Calle, que hace no tanto Sarkozy , atendiendo a la influencia del que fuera ministro de cultura, Jack Lang, decidió no dejar marchar los archivos de Guy Debord a EEUU, porque Debord era Francés y su obra no podía estar fuera de Francia… Sin embargo, nosotros tenemos los archivos, que sé yo, de Juan Goytisolo, en cualquier universidad de EEUU y no nos movemos. ¿Por qué? Tal vez porque no somos capaces de otorgarle la fuerza y el valor necesario a lo nuestro, sobre todo si tiene que ver con la cultura y sobre todo con el lenguaje. Y quizás esto es debido a que hay 500 millones de hispanoparlantes en el mundo, mientras que no hay más de 60 millones de personas que hablen el francés. Yo creo que es por eso por lo que los franceses se empeñan en sostener su cultura y en proteger su identidad de manera tan férrea. Por el miedo a perderla.
Sea por lo que sea, eso les hace grandes y menos vulnerables a las crisis y a las desgracias. En esta última le han dado aún más peso, si cabe, durante este periodo oscuro de pandemia, al poder de la cultura. Un poder que nosotros también hemos comprobado durante los meses de máximo encierro y desconcierto. Ese poder salvador del que yo hablaba al principio y del que también que habla Viktor Frankl en “El hombre en busca de sentido” y que comentó la escritora Irene Vallejo en una entrevista que le hizo Pablo Bujalance en Málaga hoy, diciendo:
“En las mayores tragedias han sido las personas más cultivadas las que han sobrevivido, no las más fuertes. El contacto con la literatura, el arte y la música crea experiencias internas que contribuyen a superar las situaciones más adversas. De modo que la idea de la cultura como lujo elitista y superfluo no puede estar más lejos de la realidad. Hablamos de gente anónima que, en los campos de concentración del nazismo, cambiaba comida y cigarrillos por libros para copiarlos y divulgarlos. No es precisamente un capricho”.
Tampoco lo ha sido para ninguno de nosotros durante la pandemia. La música nos ha unido, la literatura nos hecho viajar sin movernos, el cine nos ha dado la oportunidad de soñar,las visitas virtuales a los museos han conseguido emocionarnos y en general la cultura ha logrado hacernos más fuertes, que sintiéramos menos miedo y que pensáramos que acabaríamos por encontrar una luz al final del túnel.
Dice Miguel Munárriz, periodista cultural ,premio Nacional de Fomento a la lectura, director y cofundador de diversas revistas literarias.
“Que el mejor remedio contra todo es un buen libro. Y ese contra todo abarca sin ninguna duda, las enfermedades del cuerpo y del alma. “
Y creo que muchos sabemos que sin haber leído y releído durante la pandemia no habríamos soportado el encierro ni la enfermedad.
Por eso ahora que estamos casi de regreso a la normalidad, ahora que sabemos del poder salvador de la cultura, es el momento de colocarla en su sitio, de darle su ministerio sin compartir, de gestionar los presupuestos con amor como lo han hecho gestores culturales de diversos partidos incluido el PP,esquivando la miseria y la desconfianza de los altos mandos e instándoles a que de verdad la pusieran en valor y la utilizaran. Y también a que se creyeran que tiene un rendimiento ,aunque no sea a corto plazo.
Si hay que explicárselo a alguno, tengo el mejor de los argumentos ¿Ustedes saben lo que han ayudado la cultura y el arte a la promoción de la ciudad de Madrid en la que nos encontramos? Más allá de su arquitectura o sus monumentos y antes de que sonara por su restauración ,hostelería y por sus teatros, Madrid siempre ha estado presente en el mundo entero por nombres como los de Goya, Velázquez o el Guernica. Y Goya y Velázquez eran funcionarios, contratados por Carlos IV y Felipe IV y el Guernica un encargo que le hizo a Picasso el Gobierno de la República. Sin esos los gobernantes es posible que ni los conociéramos.
Muchos reyes de la historia de España han sido los impulsores del arte y la cultura.
Felipe II, sin ir más lejos, más allá de sus batallas conquistas y leyenda negra, se volcó en la cultura tal y como demuestran las magníficas construcciones de la época o los grandes logros que llevaron al despegue cultural del reino de Castilla, con ese desarrollo intelectual que supuso la Escuela de Salamanca, la mística y ascética españolas de Santa Teresa, San Juan de la Cruz o Fray Luis de Granada, la pintura, la música, el teatro, o la biblioteca del Escorial que escondía hasta esos tesoros de ocultismo que tanto le fascinaban y que posiblemente, de haberlos conocido, le hubiera quemado la santa inquisición…
Y el Prado, se hizo por el empeño de María Isabel de Braganza, la segunda esposa de un rey, que no es precisamente para que nos sintamos orgullosos de el como es Fernando VII, pero que posibilitó que su mujer nos dejara una de nuestras máximas joyas culturales, que tantas alegrías y beneficios en todos los sentidos nos ha proporcionado.
Y qué decir de Alfonso X, quien además de su contribución al fomento de las artes jurídicas,o al desarrollo de la lengua castellana también buceó en el arte más popular y departía con cómicos y juglares y juglaresas y no solo escribió esa maravillosa cantigas de Santa Maria sino incluso otras más procaces de escarnio, como tantos poetas de su época, dirigidas a la crítica de algún dean…Y gracias a su apertura de miras y a su sensibilidad social y artística, nos dejo legados de todo tipo que contribuyeron notablemente al avance de nuestro país
En definitiva, tenemos muchos tesoros en España que conocemos gracias a diferentes gobernantes…Pero otros que desconocemos porque los gobernantes jamás los impulsaron ,porque en vez de ayudar a los artistas les cortaron el camino a ellos o sus expresiones, porque no correspondían a sus criterios ideológicos o religiosos, y prefirieron silenciarlos o no compartirlos con su pueblo por si acaso lo ayudaban a pensar demasiado y a plantarles cara a ellos, si era necesario.
Dice Busutil:
Mi lema existencial se sustenta en la credibilidad del trabajo y en ser inasequible al desaliento, y en ese empeño continuo entre Camus y Espronceda peleando por la libertad, por la cultura, por la autenticidad frente a las máscaras o el sistema que hace todo lo posible por anular el espíritu ilustrado e independiente.
¿No lo deberíamos adoptar todos?
No carguemos contra lo nuestro aunque sea diferente o nos resulte molesto, ya pertenezca a Cataluña, Galicia, Asturias, Madrid, Andalucía o cualquier parte de España. No lo hagamos porque tenemos una raíz común, una identidad que nos une a través de la expresión cultura. No pretendamos destruirlo o hacerlo invisible desde la política con la intención de adoctrinar y manipular o de dejar sin herramientas al pueblo para construir su identidad y para levantarse contra el poder si es necesario. Y menos aún en tiempos de crisis.
El anterior ministros socialista José Manuel Rodríguez Uribes cito a Orson Wells en plena pandemia y dijo “primero la vida y luego el cine…” Creo que nunca entendió el significado que le dio Orson Welles. Y también creo que no solo no se dio cuenta de la cantidad de personas que viven de la cultura, del cine, del arte, de la literatura, del teatro, de la música de la danza… Tampoco de cuántos estamos vivos gracias a ella, a lo que nos aporta en cualquier situación y más en tiempos de crisis, como se ha demostrado en los meses más duros del coronavirus o en los campos de concentración de los que hablaba Irene Vallejo…
Es tan importante la cultura que es preciso que separemos las ideologías políticas y las declaraciones de actores, escritores, pintores, cantautores músicos o demás creadores de su talento; porque es precisamente ese talento, el que hace crecer a los pueblos y los dota de su identidad, y el que capacita y casi obliga a los artistas a sensibilizarse con la sociedad y a involucrarse y comprometerse con ella. No queramos tacharlos si dicen algo contrario a lo que pensamos. No construyamos un país absurdo donde cada cual revisa los medios afines y ve las películas que cuentan lo que defiende y lee los libros que no le hacen reflexionar y olvida que hay otros puntos de vista, argumentos y percepciones desde donde ver el mundo con otras miradas.
A uno le puede gustar o no Almodóvar o Nacho Cano o Penélope Cruz, Bardem o Antonio Banderas por su forma de posicionarse, pero todos ellos han contribuido a llevar la marca España por todo el mundo. Les gusten a unos más o a otros menos, todos, si han recibido subvenciones no es que se hayan beneficiado de ellas, sino que gracias a ellas han podido demostrar su arte… Y las han devuelvo con creces llevando el nombre de España por todo el mundo.
He de hablar de nuevo de la envidia que siento hacia Francia cuando veo, como me comentaba mi querido Fernando Marías escritor y apasionado del cine, el homenaje que le acaban de hacer al grandísimo Jean Paul Belmondo, ese gran ícono de la “nouvelle vague”. Un homenaje nacional, en toda regla, con bandera de Francia cubriendo el féretro que transportaba la Guardia de la República y encabezaba el presidente Emmanuel Macron, en el Palacio del Elíseo, al que acudieron diversas autoridades y donde nadie se preguntó si Belmondo era de derechas o de izquierdas, sino que simplemente se le agradeció haber llevado el nombre de Francia por el mundo entero…
Tengo que ir terminando así que, a punto de concluir les regalo una frase de Vargas Llosa incontestable. “Si piensas que estás impregnado con buena literatura, con una buena cultura, eres más difícil de manipular y eres mucho más consciente de los peligros que representa el poder.
Si ustedes hombres y mujeres de la política no se empeñan en que la ciudadanía tenga el mayor y más democrático acceso a la cultura, entonces, seremos nosotros los que deberemos desconfiar de ustedes.
Ojalá todos los poderes y todos los políticos se conciencien de que la responsabilidad no está en vencer si no en convencer a personas formadas, informadas y culturalmente ricas, a las que no se puede manipular y que saben por lo que quieren luchar y utilizan todas sus armas, entre ellas, la más definitiva, la cultura. Nuestro país sería mejor y el mundo también.
Y ya, sí, para terminar, les ofrezco unos versos arrancados a ese bello y comprometido poema de Gabriel Celaya titulado: La poesía es un arma cargada de futuro y que son estos:
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Muchas gracias, buenas tardes y no olvidemos que ,como dice mi admirado compañero y amigo Pedro Cuartango:
LA CULTURA ES LO QUE NOS QUEDA CUANDO HEMOS PERDIDO TODO LO DEMAS.
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