Publicado en La Razón
BENITO ZAMBRANO, director de cine.
Vivir a la intemperie de Benito Zambrano no es fácil. Hace mucho calor. La naturaleza no ayuda a que la vida sea placentera. Pero son los hombres los que convierten los pasos de otros hombres en una trampa constante. En la España de 1946, en esa Andalucía pobre que tan bien conoce el director, donde tantas cuevas se convirtieron en las viviendas de los que no tenían nada, siempre había un capataz artífice del miedo de tantos y de la vergüenza de un pueblo sometido por el yugo de quienes utilizan el poder para amedrentar, oprimir y abusar de los más débiles. “Intemperie” basada en la novela de Jesús Carrasco, es una película de recuerdos, de valores, de la historia del ser humano, del bien y del mal que cabe en él y de esa capacidad de perdonar que siempre salva.
Entre tantas grandes superproducciones, esta es una película, de lo más pequeño, de lo más simple…
Es una historia sencilla. Un viaje desde la oscuridad a la luz, de la parte más fea del ser humano a lo más hermoso. Es decir, una lucha entre el bien y el mal, que siempre hay en todas las películas dramáticas. En este caso era el viaje de un niño que huye del mal y que se encuentra una persona con sentido común y capacidad de perdonar. Una historia sencilla, pero contada en un universo muy particular porque todo transcurre en un paisaje muy determinado.
Es bonito que además de la tragedia de los años posteriores a la Guerra Civil, en esa España triste y oscura, haya un historia de aprendizaje.
Nos interesaba especialmente ese otro viaje que hace el niño. Leyéndolo es el viaje de su crecimiento como persona. Pero parte de la base de algo que también es muy interesante y es que va herido. Profundamente herido, rabioso, enfadado y con un deseo tremendo de matar, como le sucede al animal apaleado que se quiere rebelar. La pregunta es qué hacer con esas heridas. Qué se hace con las heridas que te hace la vida constantemente. Con el daño que te produce vivir. Porque aunque tengas una vida tranquila, en la que nunca pase nada, siempre hay algo que te hace daño. Y a ese niño la vida le ha hecho daño muy pronto.
Se cuenta con mucha delicadeza el daño que ha sufrido el niño. A veces los abusos se detallan demasiado, como si fuera necesario lo evidente. Sin embargo, en esta película, todo es tácito.
Hay veces que las cosas se quedan dentro de nosotros y no las contamos. Que lo vamos dejando todo en nuestro interior. Y hay que recordar a veces que el odio también destruye a la persona que lo siente. Un odio que no hace falta que se cuente, sino que se percibe y que se entiende. Y que está presente en la película sin tener que explicarlo más. Ese odio, la venganza, los juicios, el buscar siempre a un enemigo, te hace daño. Por eso, frente a todo lo que sufre ese niño, está el personaje del pastor que es un hombre de la tierra, del sentido común que te decía antes, de la gente del pueblo, de alguien que ha vivido y en vez de tener una actitud vengativa y de odio ha intentado sanar sus heridas e intenta vivir con sus propias pesadillas, como el mismo dice. Hay que convivir con eso porque unas veces te hace daño y otras veces no.
Hablamos de un pastor, pero que lo es después de haber vivido mucho, entre otras cosas, las guerras. ¿Eso le hace tener esa especie de clarividencia?
Claro, porque él lo ha vivido casi todo en esa primera parte del siglo XX. Porque no es solo el final de la Guerra Civil, es el final de la segunda Guerra Mundial. Y él ha vivido directamente muchas cosas. Todo lo que fueron las guerras marroquíes, el protectorado en el norte de África, donde hubo muchísimos muertos. De alguna manera vive la primera guerra mundial, después viene la segunda… Estamos hablando de los primeros 45-50 años del siglo XX, de dos guerras mundiales en menos de 50 años, más una guerra civil, más un montón de conflictos bélicos… Me gusta mucho ese personaje veterano de guerra, que viene transformado en alguien que sabe lo que es el horror, que sabe lo que es la paz, que sabe lo que es morir.
Tanto ese personaje interpretado por Luis Tosar, como el del niño, interpretado por Jaime López, destacan sobre los demás por ese conexión a veces sin palabras, solo con miradas cargadas de sentimiento. Dos seres humanos unidos por la necesidad y el viaje en un paisaje agresivo. En un auténtico secarral donde supongo que no fue fácil rodar ¿no?
Bueno, es un paisaje increíble. Yo soy de campo y conozco bien el tema. Ese calor y la sequía que pueden ser tan inhóspitos y cómo la tierra se abre por el calor, por las grietas de la sequía. Eso lo he vivido. Cuando surgió la idea de rodar esta peli gracias al productor a Juan Gordon, que conocía la zona y nos dijo que era impresionante para rodar en ella nos quedamos sorprendidísimos con la belleza, pero meterte ahí ,en pleno verano andaluz, digamos granadino, era duro. Ahora que lo miro con distancia y no estoy en ese secarral caluroso me doy cuenta de lo potente que ha quedado en la película el paisaje y como ayuda a la película.
¿Ayuda a entender lo que es vivir en la intemperie?
Exactamente.
Esa intemperie que hemos visto vivir en otras geografías a tantos vaqueros. ¿Se podría decir que es un western?
Se supone que es una novela rural de la España profunda de aquella época. Obviamente del centro sur, de las zonas secas más áridas de la península. Claro, el gran género del cine rural es el western, porque, al fin y al cabo, en él todo ocurre en el campo abierto, a la intemperie, con ganados, grandes haciendas y granjeros. Todo eso es el western. El lejano Oeste y la conquista del Oeste. Cuando yo digo que los personajes huyen, son perseguidos por otros que además van a caballo –en aquella época el caballo era un medio de transporte importantísimo- y tienes la presencia del paisaje como una parte importante de la película, pues es muy difícil no relacionarlo con las películas del oeste.
PERSONAL E INTRANSFERIBLE
Benito Zambrano nació en 1965, está soltero pero “con pareja de hecho”, tiene tres hijos y se siente orgulloso “de ellos y de mi trabajo”. Se arrepiente “de las heridas que haya provocado o el daño que haya hecho”. Le hace reír “la alegría de la gente” y llorar “la tristeza de la gente”. Perdona pero “algunas cosas no las olvido”. A una isla desierta se llevaría un montón de libretas y papel para escribir. Le gusta comer “aceitunas, tomatitos, jamón, gambas” y beber “cerveza y tinto”. No tiene manías ni vicios. Sueña mucho “que vuela” De mayor le gustaría ser “una persona sensata”. Y si volviera a nacer sería “bailarín”.
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