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“Me gustaba ver a Carvalho perdiendo los papeles”

Publicado en La Razón

CARLOS ZANON, escritor. Comisario de BCN Negra. Autor de Carvalho. Problemas de identidad. (Planeta)

Carlos Zanón es de carcasa dura, aunque tenga mirada de niño y gesto de adolescente. Su manera de contar delata el alma negra que él mismo reconoce y una tristeza congénita que heredan todos sus personajes. El último, Carvalho, ahora suyo por completo aunque lo inventará Vázquez Montalbán, lleva el sello de decepción característico de los hombres y mujeres que viven en sus páginas. Todos ellos deambulan como fantasmas, buscando ese lugar que nunca encuentran, mientras  persiguen vivir intensamente. También se preguntan cómo es posible hacerlo sin desear y sin ser deseados, en Yo fui Johny Thunders, sin conseguir volver a esa casa que está en todos sitios y en ninguno,  en “Taxi”,  o habiendo llegado a una determinada edad reconociendo que “quizás nos tenían que haber hecho un poco más de daño”, en el recién publicado “Carvalho. Problemas de identidad”.

 

Siento curiosidad ¿conoció usted a Vázquez Montalbán?

 

Cuando  tenía 22 años saqué mi primer libro de poemas, El sabor de tu boca borracha y pensamos que él me lo podía presentar. Llamé a El País de Barcelona y él me citó en el Velódromo, en la calle de Muntaner. No me lo pudo presentar, pero tomamos un café. Recuerdo yo quería hablar de los Carvalhos que me había leído, pero a él solo le interesaba hablar sobre gente joven y poesía. Nunca más volvimos a coincidir.

 

Mejor que no hubiera lazos afectivos, así se podía permitir usted esa jugada maestra de que el Carvalho de verdad fuera el suyo.

 

Bueno, me permití un poco poder sentir lo mío. La única manera que tengo casi de escribir es si lo que estoy escribiendo tiene para mí algún sentido emocional. No hubiera podido leer un Carvalho que hubiera vivido en la posguerra…, no me puedo imaginar lo que siente mi padre y tampoco me interesaba. Y entonces me inventé la historia de que había un Carvalho que había sido vecino de Vázquez Montalbán -que era una idea con la que él había jugado en Interviú-  y me colé por esa puerta del callejón.

 

 Dándole espacio al escritor, ¿ le rendía homenaje y se quitaba el peso de que estuviera por ahí?

 

Bueno, las dos cosas. Pero me interesaba que el lector supiera el artificio. Que este es un personaje escrito por otro escritor y otro libro. Que no tuviera la sensación de que este libro me suena a como lo escribía Vázquez Montalbán. Era una manera de enseñar las cartas para hacer el truco. La sensación es que yo he cogido al personaje y su mundo en libertad. No he sentido que estuviera entrando en la casa de nadie. Era como si estuviera en mi casa.

 

Una casa entre Barcelona y Madrid, con AVE de por medio. Aunque con los puentes rotos, en un 2017 lleno de incertidumbre por el procés.

 

En 2017 no sabías lo que estaba pasando y además no generaba ninguna consecuencia. En toda España la gente se iba preguntando si había entendido algo. Entonces decidí que diferentes personajes se preguntaran entre ellos si iba a haber elecciones, si iban a salir las urnas…

 

Su Carvalho, que  sigue quemando libros y cocinando aunque no pueda comer, está más oscuro que nunca.

 

Le hago enfermo del estómago. Eso le cambia el carácter. En el fondo estaba esa pregunta de la novela de si vale la pena llegar a cierta edad más o menos bien, pero después de haberte protegido mucho. Igual te planteas que a veces vale la pena no protegerse tanto.  Él toma la decisión de no ir al médico, porque piensa “si no voy , no me dirá que tengo nada malo”. Es algo infantil pero a nivel emocional lleva a pensar que a veces hay que bajar la barrera y que te den un par de hostias . Y no pasa nada. Él quiere sentir, no estar tan protegido ni evitar el compromiso. Quiere sentir, pero eso duele.

 

Envejecer también duele. Y su Carvalho ha envejecido mal. Esta muy cascado para los cincuenta y pico…

 

Carvalho siempre fue de cuidar a los suyos. Y cuidar a tu tribu lleva a un momento de decadencia. Todas las familias acaban siendo la Casa Usher. Tu familia se vuelve mayor, se muere la gente, las relaciones se enturbian un poco.  Bromuro hace años que murió, Charo está en el limbo, Biscuter se le independiza… yo creo que eso le ha avejentado un poco y por eso necesita abrir las ventanas y que corra el aire.

 

La relación con Biscuter está muy deteriorada. Lo trata como a una pareja a la que le digas lo que le digas seguirá ahí…

 

Tienen un poco de matrimonio de muchos años. Pero Biscuter es un personaje muy extremo. A veces como lector también te ponía de los nervios. Siento que desde el punto de vista del lector Carvalho está siendo injusto con Biscuter, pero a mí me gusta jugar con esas sombras de los héroes. Yo creo que están un poco hartos el uno del otro. Y lo que planteo en la decisión de Biscuter al irse a Master Chef es un poco la lucha de Babilonia y Jerusalén, la pureza de lo estricto contra el exhibicionismo, la frivolidad y el hedonismo. En esta colisión Carvalho se siente en cierta manera traicionado, pero es solo darte cuenta de que tu mundo desaparece, de que vas creando una serie de armas y mecanismo para funcionar y a medida que te vas haciendo mayor ya no sirven. Él se siente un poco así, obsoleto en las relaciones.

 

Hablando de relaciones, Carvalho está enamorado.

 

Me gustan mucho los personajes que se muestran vulnerables y que en cierta manera se dejan. La fortaleza del héroe no es no sentir miedo, sino sentir miedo y seguir. El hecho de que estuviera enamorado  o metido en una historia así le daba puntos de vulnerabilidad, no lo controlaba todo, no era una persona fría y calculadora. Hay un momento en el que coge el móvil y lo rompe contra el capó de un coche, cosa que yo nunca he hecho ,por ejemplo, pero cómo mola. Yo pensaría ¡hostia! ¿Y los datos? ¿y la tarjeta? Voy a sacar la tarjeta y rompo el móvil.  Y no sería lo mismo. Me gustaba ver a Carvalho perdiendo los papeles.

 

La causante de su pérdida  de papeles, Novia Zombie, es una mujer maltratada. Como las prostitutas asesinadas  o la mujer que encuentra a su hermana y abuela sin vida en un terrible escenario de violencia. Unas y otras no pertenecen al mismo mundo.

 

Carvalho es un personaje que intenta explicar de qué va ser un tío aún.  Estás conviviendo con gente que tiene el dial atrofiado o roto respecto a qué representa ser un hombre. Por un lado tienes que encontrar tu sitio y por otro se va a encontrar un montón de tíos que confunden la protección, la elección, la pasión, el amor, con una especie de violencia posesiva y destructiva. En el fondo de la novela habla de que eso no depende de la clase social, ni de lo lista o tonta que se sea sino que es un mundo muy tremendo donde el que tiene poder,  abusa.

Pese a todo o por todo, las mujeres de Zanón están llenas de fortalezas y protagonizan las historias como los hombres, no solo los acompañan.
 
 Me gusta esa mirada de mujeres fuertes que participan de la historia desde el principio, son motores de la narración. De todas maneras también es un poco lo que has vivido. Yo crecí rodeado de mujeres fuertes. En mi calle todo eran niñas excepto un niño y yo. He jugado en la calle con tropecientas niñas, me he hartado de parar a las gomas y jugar al futbol con ellas. He convivido con abuelas, con vecinas… Iban a casa de mi madre y no paraban de hablar. Luego cuando iba al fútbol con mi padre y un amigo no hablaban de nada y yo pensaba: “joder, domo molan las mujeres y no este señor”. Y he tenido jefas, compañeras… Me gusta mucho ese mecanismo. Entonces no es inventarte nada, es lo que he vivido. Y luego también es eso, que analizas esas pequeñas cosas. Todos los tíos tenemos tics machistas, pequeñas cosas o grandes cosas, pero ahora te miras más. Hay una parte de cómo quieres hacer las cosas y otras que es una puerta abierta al subconsciente y no sabes por qué las escribes ni por qué te defines ahí.

 

PERSONAL E INTRANSFERIBLE

Carlos Zanón nació en Barcelona en 1966. Está casado, tiene un hijo y se siente orgulloso “de no haberse vendido nunca”. Se arrepiente “de ser el último en apagar la luz y quedarme cuando todo el mundo se ha ido” Perdona, olvida, le hace reír “la gente irónica y las pequeñas locuras” y llorar “la muerte, la decadencia y la traición”. A una isla desierta se llevaría “a una persona que quisiera mucho” No tiene ninguna manía “que no pueda traicionar”. Le gusta comer “lo que me da la gana”, el sueño que se le repite “es que mi hijo es pequeño y lo pierdo”, de mayor le gustaría ser “escritor” y si volviera a nacer sería “escritor”

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