Reseña publicada en Libros, nocturnidad y alevosia
Pero sería en la SER, en De la noche a la mañana, donde se afianzaría la carrera de Marta Robles, a la que seguiría uno de los programas más inteligentes de la radio de los últimos años, El Serial, con Javier Capitán y Luís Figuerola. A vivir que son dos días, programa donde han colaborado colegas como Javier Rioyo, Concha García Campoy, Eduardo Haro Tecglen, Feliciano Boyero, Fernando Rodríguez Lafuente o Maruja Torres… hasta acabar ahora con Javier del Pino, consolidó su labor como una de las grandes periodistas de radio, medio al que nunca ha renunciado, dirigiendo desde 2013 un magazín cultural, Entre comillas para la Agencia EFE, formato que conoce muy bien porque en Telemadrid dirigió A todo Madrid. Ahora la podemos ver y escuchar en varios programas, desde Espejo Público en Antena 3 y El Cascabel en la Trece a Crímenes, en DKis… programa que tiene cierta relación con estas líneas porque La mala suerte es la segunda novela donde Marta Robles incide en el thriller, género que se lleva mucho, como la novela histórica, cuando no la mezcla de ambos, y donde reaparece la figura del detective Roures, al que Robles dio vida en A menos de cinco centímetros, su primer thriller,que publicó el pasado año.Marta Robles cuenta ya en su haber con varios libros de ficción, desde 2001 en que publicó Las once varas de María Lisboa y Luisa y los espejos, que fue galardonada con el Premio Fernando Lara de Novela de 2013, a la que siguió, si no tenemos en cuenta libros de colaboraciones de colectivos, como Obscena, una antología de relatos donde el crimen y el porno se unían en estrecha y consabida alianza, A menos de cinco centímetros.
Nuestra autora, como persona forjada en el periodismo, busca y encuentra sus historias basándose en la actualidad por razones que a nadie puede escapársele, podríamos afirmar incluso que basarse en esa actualidad es uno de los pocos medios que tiene el periodista para exorcizar esa misma realidad que conoce sólo en forma de noticias y que suponemos quiere dotar de una mirada más compleja, más nítida, más verdadera, en definitiva.
De ahí que A menos de cinco centímetros cuente con dos creaciones muy típicas del género pero que sirven de contraste, el detective Roures, que ha conocido guerras, y Misia, que se pirria por el perfume Chanel de su mismo nombre y mujer fatal, una mujer con un pasado tormentoso, frágil y que siempre lleva el mismo reloj, y que a mi me recuerda, siquiera sea como contrapunto al detective, a aquella inolvidable Charo, que siempre acompañaba al Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán, uno de nuestros primeros autores de serie negra y nunca suficientemente valorado, y ello a pesar de que Camilleri le hizo un homenaje bello al crear al comisario Montalbano.
¿Hay que decir que ese Roures no deja de ser un correlato irónico, terrible, y estupendamente inspirado, del propio apellido de la escritora, pues Roures es Robles en catalán? La autora se ha permitido con la creación del detective un ejercicio de libertad que es una proyección de esa parte de nuestra personalidad que aflora cuando nos sentamos en un sillón, o en el escritorio, y fantaseamos con hacer lo que nos venga en gana… desde tener como fetiches a Elvis Presley o Nancy Sinatra y beber mucho whisky y tener 62 años, que desde luego no tiene su hacedora, o quedar en el Café Comercial con Amanda Varela, madre de Lucía Peña, que como mujer que acude a los detectives, desde que las creó Dashiell Hammett, poseen piernas largas hasta lo inverosímil.
El caso es que hay por ahí una adolescente desaparecida años atrás, Lucía, cuyo paradero no ha logrado dilucidar la Guardia Civil, y que lleva a Roures a pasearse por Madrid, Mallorca y México, paisajes con tres EMES, y donde el hombre que ha conocido guerras, es decir, horrores, se enfrenta a sórdidas historias de familia. La novela describe la disección de esa familia en dos tiempos, pasado y presente, con gran habilidad. Abusos, malos tratos… esas cosas que no son sólo patrimonio de la clase baja y casi marginal sino que se produce hasta en las mejores familias, con casas enormes en la isla de Mallorca.
Como no me gusta hablar de tramas y considero un crimen destripar en los thrillers hasta los atisbos de las mismas porque el género basa buena parte de su éxito en ese suspense que le es esencial, no haré como los taxistas que llevan a los turistas a ver en Londres al St Martin´s Theatre, La ratonera y que cuando no les dan propina se despiden del cliente chivándoles el nombre del asesino. Lo que si diré es que La mala suerte es un thriller escrito con la dignidad que permitía esperar de la autora de A menos de cinco centímetros y que es novela que no nos ahorra inquietudes tales como preguntarnos sobre las razones algo oscuras que llevan a la maternidad, aunque en el fondo sepamos que las trampas que nos propone la Naturaleza son inefables… y crueles.
Ni que decir tiene que Tony Roures tiene la suerte de que su hacedora le otorga una serie de experiencias eróticas muy a tener en cuenta por el modo en que están narradas, algo raro en nuestra tradición que pasa de lo cursi a lo porno sin problema alguno a no ser la imposibilidad de desarrollar un lenguaje erótico adecuado. Una buena novela.
Marta Robles. La mala suerte. Espasa Narrativa. Barcelona. 2018. 424 pp