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Ignacio o el heroísmo de toda una familia

Ignacio, el chico del monopatín, se ha convertido en el símbolo del heroísmo popular, un joven que, puesto al borde de sí mismo, en una situación extrema, optó por defender a los otros de los cuchillos asesinos, en vez de salir corriendo. La hazaña le costó la vida. Y no solo eso,  supuso varios días de incertidumbre para todo un país, el nuestro, y más aún para su familia. Es curioso, porque mientras nuestro Ministerio de Interior se indignaba junto al resto de los españoles por la falta de información desde Reino Unido sobre Ignacio, su familia aguardaba paciente, sin un mal gesto ni  una mala palabra… Hubo un día de enfado, pero apenas nada. Y luego, cuando se supo por fin de su muerte, sus palabras fueron puro agradecimiento. Hacia los españoles. Hacia los británicos. Hacia los amigos de Ignacio… Ni media pizca de rencor en el discurso de los portavoces de la familia que, con una sonrisa, agradecían el esfuerzo de todos por ayudarles a encontrar a su hermano desaparecido y por demostrar la admiración y respeto hacia el fallecido: “Algo muy triste y duro se está convirtiendo en algo más bonito y muy grandioso que nos hace querer más y apreciar más a nuestro hermano, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestro país”-decían ante los mil y un micrófonos.  Era un mensaje repleto de esperanza en la convivencia humana, en un mundo  en el que cada vez es más difícil pensar que se pueden intercambiar ideologías y credos sin violencia, sin dolor y sin sangre. El mismo mundo donde tantos malvados se cruzan todos los días con héroes anónimos. Como Ignacio. Como toda su familia

La Razón

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