“Estamos acostumbrados a ver de todo. El dolor es rutina, el placer es rutina, el asombro es rutina” escribe Luis García Montero, en el prólogo del libro “Me llamo Adou”, de Nicolás Castellano (Planeta) En él se cuenta la estremecedora historia, real, del viaje de un niño, en una maleta, para reunirse con sus padres en nuestro país. Seguro que recuerdan su foto, la que recogió el escáner del puesto fronterizo del Tarajal, en Ceuta, que dio la vuelta al mundo el 7 de mayo de 2015. Pero el hecho no es más que la anécdota de una historia demasiado frecuente en la que miles, millones de personas se arriesgan a cualquier cosa para tratar de alcanzar una vida mejor. Como la familia de Adou, el niño de la maleta. El viaje interminable de su padre –aún inconcluso- le lleva primero desde su Costa de Marfil natal a Senegal, pasando por Ghana, Burkina Faso y Mali, los países para los que no necesitaba visado por el acuerdo entre la Comunidad de Estados de África Occidental. Sus problemas, comienzan en Mauritania, donde entra ilegalmente, cruzando en barca el fronterizo río Senegal, tras una estancia de película de terror donde el hacinamiento, la escasez de comida, la persecución de la policía y de los cazadores humanos son una constante. Tanto que, al final, es expulsado y obligado a regresar a Senegal. Poco después reincidirá en su intento y logrará alcanzar Nuakchot, la capital de Mauritania, e integrarse en una comunidad de marfileños en la que trabajar y pagar el dinero exigido por los traficantes de hombres. Aunque enferma, resiste, y pasa dos años moviéndose por distintos países, pero sin lograr salir de África. Adu ha nacido antes, pero su padre no lo conoce. Dejó a su madre embarazada esperando sus noticias de esperanza. Por eso tiene que ser capaz de llegar a Marruecos y, después de muchas vicisitudes, de viajar en patera hasta España. Para cuando consigue el asilo en nuestro país han pasado cinco año desde su primera salida de Costa de Marfil. Con los papeles en regla, Alí viaja de vuelta y conoce a su hijo Adou, ya de tres años; luego regresa a Fuerteventura y empieza a luchar para reunir a su familia. Consigue traerse a su mujer, luego a su hija, pero Adou…la Delegación del Gobierno en Canarias deniega el permiso. Muerta la abuela, los padres enloquecen y su desesperación se encierra en una maleta, junto a Adou, que ahora está en París con su madre y su hermana. Su padre aún sigue en libertad provisional por haberlo puesto en peligro… Por haber hecho cualquier cosa, para tenerlo entre sus brazos…
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