Elegantes, sofisticadas y muy sabias. Así son estas dos grandes mujeres
Usted primero ya está siendo un éxito de ventas. El primer trabajo juntas de Carmen Posadas y Marta Robles tiene mucha miga y un poco de sus experiencias vitales. “Como en todos los libros, hay una parte de experiencia propia y otra de observación, porque todas estas reglas no escritas de las que hablamos en el libro nadie te las dice nunca o te las cuenta tu madre en un momento dado pero no les prestas mucha atención o las vas aprendiendo a base de meter la pata en la vida… Se aprende mucho de los errores”, explica Carmen. Marta lo corrobora: “Las dos somos personas que escuchamos mucho, que observamos mucho lo que pasa a nuestro alrededor. Con lo cual, más que por nuestras propias vivencias, que también, es un trabajo de investigación y observación a través del cine, el arte, la literatura…”.
¿Cuándo habéis perdido vosotras las buenas maneras?
Carmen Posadas: Cuando se casó mi hija, encargué un vestido a un modisto muy famoso. Me llegó la víspera de la boda, y yo me quería morir, era un horror, un espanto, y era tarde para arreglarlo, con lo que me arruinó la boda de mi hija. Tuvo el rostro de enviarme un ramo de flores que, lógicamente, le devolví con una nota diciéndole que agradecía mucho el ramo pero que hubiera preferido que me enviara el diseño una semana antes para tener tiempo de arreglar los defectos.
Marta Robles: El día que más las perdí me dio bastante angustia después. Me hicieron una broma en el programa Inocente, Inocente en medio del campo con un niño. El niño parecía sacado de la época de las cavernas y un guardia civil (que era de mentira, claro) le iba a golpear. Me salió el Hulk que llevo dentro y me puse como una pantera. Yo soy como las bebidas con gas, que me sale el carácter de repente y luego me arrepiento muchísimo. Intento no perder las buenas maneras, pero cuando me ha sucedido luego lo paso mal, sobre todo, si he dicho o hecho algo que puede hacer daño a otra persona aunque fuera de manera inintencionada. Sí pierdo las formas ante las injusticias, soy muy reivindicativa”.
Carmen: No me puedo permitir perderlas. Soy como Jekyll y Mr. Hide. Soy muy tranquila, pero cuando me enfado… Así que procuro no enfadarme jamás.
En el libro decís: “En los hombres, lo que se ve es lo que hay”, algo que muchas mujeres ya sabíamos…
Marta: ¡Los saben hasta ellos! (risas)
Carmen: Yo creo que no todas lo saben. Cuando a un hombre le dices “¿en qué estás pensando?”, y él contesta: “En nada”, las mujeres no podemos entenderlo, y empezamos a darle vueltas: “¿Por qué no me lo querrá decir?” Pero es verdad, está en encefalograma plano.
Marta: Las mujeres, en esto del amor, actuamos como en La Cristalización de Stendhal, nos inventamos una historia que no existe, que es la que amamos, y no lo que realmente hay. Pensamos que los hombres son como al principio de la relación, cuando ellos, en el momento de la seducción, muestran unas prioridades diferentes, y eso nos despista un poco a nosotras.
Esto puede ser causa de rupturas…
Marta: ¡Tampoco las mujeres somos tan mirlo blanco como parecemos! Anda que no mostramos a veces una cara y luego resulta que tenemos otra. Lo que pasa es que somos más complicadas. Es más fácil ver cómo es el hombre, porque es como le ves. Las mujeres lo estamos pensando todo. Contamos en el libro un ejemplo de esto contraponiendo el diario de una mujer (qué horror, mi marido ha llegado a casa, estaba taciturno, no me ha hablado, lo he intentado, hemos hecho el amor, ha sido mecánico, se ha dado la vuelta, ¡creo que tiene una amante!) al del hombre (vaya mierda de día de golf, tengo que seguir practicando, al menos he tenido sexo).
Otra arma de seducción que explicáis en el libro es el poder de la sonrisa…
Carmen: En psicología se tiene muy documentado que reír no solo es atractivo para los demás, sino que cambia tu estado de ánimo. El simple hecho de sonreír, aunque no tengas ganas, manda un mensaje a tu mente y te hace sentir mejor. Lo de “al mal tiempo, buena cara”, funciona.
Marta: Sonreír hace que te sientas más feliz y ver a una persona sonriente te alegra la vida, te hace la vida más fácil, tienes más ganas de hablar con ella… Sonreír es, además, un acto de generosidad. Pablo Iglesias, por ejemplo, aunque esté hablando de cosas agradables, siempre está con el ceño fruncido, parece siempre enfadado y, seguramente, no lo esté, pero yo creo que él, que es una persona que tiene una capacidad enorme para empatizar con mucha gente, debería corregir eso.
¿Y en el caso de Albert Rivera?
Carmen: Es lo contrario. Es mucho más amable. Él utiliza como arma la sonrisa. Lo que le pasa a Pablo Iglesias es que entró en política con el mensaje de los indignados, y yo creo que sigue indignado. Podría cambiar el registro…
Mencionáis a doña Letizia en el libro. ¿Era más simpática cuando anunció su enlace que ahora que es más protocolaria?
Carmen: Pienso que para ella ha sido muy difícil, porque venía de un mundo completamente distinto al que ahora vive y, al principio, intentó ser natural. En su primera aparición pública, cuando cortó al entonces príncipe, se metieron con ella muchísimo. A mí me parece que no fue tan grave, pero se le echaron encima. Así que a partir de ese momento, creo que se sintió en inferioridad de condiciones, y a eso se unió todo lo que tuvo que aprender de protocolo… Es posible que haya perdido naturalidad, pero yo la veo mucho mejor ahora.
Marta: Una persona que es un referente público está obligada a observar las normas de una manera más específica, y hay que alabarle que es muy profesional, que se haya preparado muchísimo. Un rey y una reina no se pueden permitir siempre ser naturales.
En cambio, Urdangarin, según vuestro libro, sí habría perdido las formas…
Marta: Más allá de lo malo o bueno que sea Urdangarin, en lo que no entro porque no le conozco, lo que ha demostrado es una falta total de inteligencia, de conocimiento de las normas y de preparación.
Carmen: Ha jugado un poco con la impunidad de la Casa Real. Cuando él entró, ésta era intocable y de repente dejó de serlo. Y todo lo que él había hecho y que pensaba que no iba a trascender, en un momento dado, cobró una importancia que no se imaginaba. Hay una frase de la comedia musical Annie (que yo la he tenido muy en cuenta en mi vida) que dice: “Cuando vayas hacia arriba, vete saludando, porque te vas a encontrar todo cuando bajes”. Tú haces cosas pensando que nunca vas a cambiar de situación, y al final la vida te coloca en otro lado.
Otro tema que tratáis es la relación con los ex. ¿Vosotras mantenéis las buenas maneras con los vuestros?
Carmen: Yo tengo buena relación con mi ex pero porque he hecho un esfuerzo enorme para tenerla. Él ha hecho un esfuerzo enorme para no tenerla y yo para tenerla. Es cierto que con algunos ex no hay arreglo posible, pero es mejor intentar llevarse bien aunque solo sea por los hijos.
Habláis también de la infidelidad… Con el tiempo se lleva mejor, ¿no?
Marta: Yo creo que no. A mí no me parecen nada perdonables las infidelidades…
Carmen: A mí, sí, soy bastante tolerante siempre que se hagan con cierto respeto, que no sea una campanada pública, que no sea muy lacerante.
Lo que le pasó a la mujer de Mario Vargas Llosa…
Carmen: Las cosas siempre se pueden hacer mejor.
Marta: Sí, las cosas siempre se pueden hacer mejor, pero muchas veces, cuando se trata de parejas públicas, juzgamos sin saber qué ha pasado.