No. No me he equivocado. Ni soy una loca. Esta es la frase que corre por las bocas de los dieciochoañeros en verano. La que les habíamos largado los adultos era aquella de “No es necesario beber para divertirse…” pero, ingeniosos ellos, apuran los días del verano más inolvidable de sus vidas, como si fuera un chupito de vodka con granadina, lo que viene a ser “una piruleta”, y parafrasean nuestro dicho hasta revolverle el significado. Quería haberme escandalizado con las conversaciones sobre el alcohol de estos adolescentes de última fase. Pero, de pronto, he recordado otros tiempos en los que yo también bebí como si cada noche fuera la última que fuera a vivir. La diferencia, más allá de que yo ahora sea madre y no hija y, como todas las madres, a la hora de la reprimenda olvide esos días lejanos, es que entonces no había espacio abierto para el botellón, lo cual desanimaba a la borrachera rápida. Además las noches comenzaban más temprano. Me pregunto por qué esa manía de los hijos del siglo XXI de empezar las noches en las madrugadas. Concretamente a partir de las dos ó las tres. Y también me pregunto porque solo le llaman salir a la fiesta descontrolada con discoteca, baile y vuelta cuando ya haya amanecido, y se empeñan en que “ir de tranqui” es bebérselo todo igualmente, pero en casa propia o de amigos, o en la playa, cuando esta sirve de refugio. No seré yo quien me de golpes de pecho por estas actuaciones de los jóvenes porque, entre los que me las cuentan, recuento yo a grandes estudiantes de hoy, con todos los deberes cumplidos e incluso alguna actividad de ONG que les hace ser irreprochables. Simplemente cuestiono si realmente esas noches intensas y sobre todo extensas no serían infinitamente más placenteras si, en vez de acabarlas cuando sale el sol y con el sabor agrio de varias copas en la garganta ( o no pocas veces el del vómito), finalizaran un poco antes con el sabor dulzón de los primeros alcoholes de la jornada, los que prenden la sonrisa en los labios y no vuelven patosos a los protagonistas.
No seré yo quien diga que los jóvenes no beban nada y se acuesten a las diez…, pero si afirmaré que bebiendo menos y llegando antes del amanecer, las sensaciones que se duermen y se sueñan son mucho más bellas. No es necesario divertirse para beber dicen ellos… Y yo respondo que tampoco es necesario beber para sufrir y descomponerse.
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Comments
Marta, que razón tienes, pero es lo que nos ha tocado vivir a los padres de este siglo. Lo que no sabemos es qué vivirán ellos cuando ocupen nuestro lugar…
Eso desde luego!
Tengo 18 años, salgo de fiesta a menudo, me tomo algunas copas, y estoy completamente de acuerdo con lo que dices, Marta.
A mí también me avergüenza ver a la gente (tanto de 20 como de 13…) por los suelos, al borde del coma etílico, por no saber cuándo parar. Y me avergüenza mucho más que los demás lo vean como algo normal…