Escribo este artículo el lunes, con las preocupaciones anestesiadas por el triunfo de la Selección. Sólo el deporte parece darnos satisfacciones últimamente a los españoles. Sólo los acontecimientos deportivos parecen mostrar y demostrar que madrileños, catalanes, albaceteños y canarios podemos convivir más que tranquila, placenteramente, aparcando las rencillas (Torres y Piqué), pasándonos el balón pese a los intereses personales (Torres y Mata) y compartiendo mucho más de lo que se empeñan en imponer los nacionalistas y los separatistas. España, en el día D, fue una marea de banderas rojigualdas, que cada español, independientemente de su procedencia, portaba en su mano satisfecho y orgulloso.
Los cuatro goles de Silva, Alba, Torres y Mata fueron los goles de la Selección Española y también los de una España deseosa de demostrar lo que vale cuando avanza unida pese a disensiones y problemas, a crisis interminables y a discursos políticos trasnochados. En Kiev estábamos todos. Pero no porque estuviera el príncipe Felipe o el presidente Rajoy. Estábamos todos, más que en el corazón de nuestros dirigentes, en los pies de nuestros futbolistas, en el compañerismo de los deportistas, en la solidaridad de los jugadores? Mañana volveremos a la realidad y el triunfo de Del Bosque y sus chicos, y por ende el nuestro, sólo será un recuerdo maravilloso de esos que ayudan a sobrevivir en las horas bajas.
Lee el artículo completo en La Gaceta de Salamanca.
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