Cuando conocí La Dominga de Malasaña de la mano de mi amiga Kira Miró, me encantó. Se trataba de un pequeño y agradable restaurante con una original carta plagada de grandes ideas que ha tenido tanto éxito que no ha tardado en abrir otro local en el barrio de Chueca. La nueva Dominga ocupa un local que desde mediados del siglo XIX acogió a una mítica taberna por la que pasaron Pérez Galdos o Jacinto Benavente y en el que compartían tertulia los poetas de la generación del 27. Varias décadas después no sólo no ha perdido su magia y encanto, sino que han sido potenciados al recuperar los baldosines de la época y dar lustre y protagonismo a su barra de estaño.
Lee el artículo completo en El Blog de la Guía del Ocio.
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