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Christina Ochoa

«Estoy encantada con el resultado de las elecciones»
– Actriz –

«Nací en Barcelona en 1985. Estoy soltera, no tengo hijos, me siento muy orgullosa de mi familia y no me arrepiento de nada. Valoro la humildad y detesto la arrogancia. A una isla desierta me llevaría libros y me gusta beber agua y comer de todo.

–¿Se llama Christina con «Ch» por nombre artístico o porque para escribir los nombres distintos no hace falta ser princesa como Letizia?
–Lo de la «Ch» es tan simple como que me he criado en Estados Unidos y  allí se escribe con «Ch» y yo me acoplo al lugar donde esté.

–Para ser una auténtica princesa del mundo del espectáculo, nada como un cuerpazo como el suyo. ¿Lo consigue a base de mucho ejercicio?
–Sí, bueno, mientras hablo contigo estoy flexionando los abdominales… ¡Jajaja! La verdad es que sí: hago yoga, voy al gimnasio, buceo mucho, senderismo… Intento hacer todo lo que puedo, sobre todo al aire libre.

–Y a una actriz, licenciada en Oceanografía y estudiante de Físicas, ¿le gusta el fútbol?
–Me gusta la energía de las gradas. Como espectáculo me interesa, pero no sé si tengo interés en el ganador o perdedor.

–Pero es del Madrid, ¿no?
–Pues sí, porque a veces vivo en Madrid. Esa lealtad no sé de dónde me viene, pero la tengo.

–Claro que, como vive en Los Ángeles, igual lo que le gusta es el fútbol americano.
–¡Ay, no! Con perdón para el fútbol americano, tanta protección me parece para «mariquitas».

–¿Y no ha pensado seriamente que un futbolista o un deportista de élite en la carrera de una actriz es casi seguro de éxito?
–Pues mira, me parece que esas parejas suelen funcionar porque hay mucha similitud en su modo de vida diario y el de un actor.

–¿De verdad?
–Sí, yo creo que se parecen mucho en la disciplina. Es decir, da igual que haya o no partido o película, que siempre hay que entrenarse todos los días.

–¿Y cómo se entrena un actor todos los días?
–Leyendo, viendo cine, teatro, entablando conversaciones con personas dedicadas al oficio y, sobre todo, estudiando.

–Pues eso debe pasar en Los Ángeles, porque aquí… Y ya que estamos,  ¿qué tiene Los Ángeles que no tenga España para meter goles en el mundo de la interpretación?
–Más que nada, dinero. Allí hay más proyectos que se llevan a cabo que aquí, aunque hay mucho cine y proyectos de calidad, no se llegan a concretar.

–Además de interpretar, llevar una vida sana, estudiar Físicas y haber estudiado Oceanografía, escribe… ¡Parece usted renacentista! ¿Tendrá que ver el tener un padre escultor –Víctor Ochoa– influido por Miguel Ángel?
–Si mi padre y Descartes podían serlo, ¿por qué no yo? Y sí, también escribo, aunque empecé por casualidad con un blog y luego haciendo colaboraciones con revistas en las que escribo entrevistas y artículos relacionados con el mundo del cine.

–Hagamos un equipo de fútbol con actores y actrices, ¿a quién pondría de delantero centro?
–A Di Caprio, que siempre escoge los más adecuados.

–¿Quién los pararía?
–Ryan Reynolds, que le está haciendo ya mucha competencia al propio Di Caprio.

–¿Y quién sería el entrenador?
–Al Pacino o Sean Connery.

–Por cierto, ¿quién ha sido su entrenador en el mundo de la interpretación?
–De entre mis profesores de interpretación, sobre todo Nicolai Gustov, que es estudiante directo del método Stanislavski.

–Políticamente, antes, además de los pequeños equipos, en España estaba el equipo rojo y el equipo azul… Ahora el equipo rojo está prácticamente desaparecido, ¿está contenta o piensa que un actor no debe comprometerse políticamente?
–Creo que un actor, cuanto mejor y más conocido sea, más voz tiene que tener políticamente. Y sí, estoy encantada con el resultado de las últimas elecciones.

–¿Ser un buen intérprete requiere tanto entrenamiento como ser buen deportista, o con tener buenas relaciones con la política es suficiente?
–Las relaciones hacen mucho y el talento también, pero es imprescindible un buen entrenamiento.

En primera persona
«Nací en Barcelona en 1985. Estoy soltera, no tengo hijos, me siento muy orgullosa de mi familia y no me arrepiento de nada. Valoro la humildad y detesto la arrogancia. A una isla desierta me llevaría libros y me gusta beber agua y comer de todo. Necesito escuchar una música acorde con el casting al que me voy a presentar… Es una de mis muchas manías, pero la única realmente confesable. Suelo soñar con que corro y no avanzo. No me gustaría hacerme mayor y si volviera a nacer me gustaría volver a ser yo misma».

La Razón

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