Mi llegada a la televisión fue absolutamente fortuita. Una compañera de la facultad me dijo que estaban realizando pruebas para un canal que pretendía emitir rodeando la ley, cuando los canales privados no eran legales. El ya famoso Calviño, que había sido director de Televisión Española, y otras cuantas personalidades del mundo de la comunicación, entre las que se encontraban nombres tan relevantes como Hachuel o Maxwell conformaron este canal que se ubicaría en Londres para emitir, vía satélite, para toda España.
Yo entonces trabajaba en Tiempo y cuando me llamaron para la prueba llegué sin ninguna fe en que me eligieran y con muchísima prisa porque tenía que entregar un reportaje para la revista. Recuerdo que, en un jardín y frente a un cámara diminuta, me dieron un texto para que presentara la película Ghandi, de Richard Attenborough. Memoricé rapidísimamente el folio y, enseguida, pedí que me hicieran la prueba. Mientras la estaba haciendo me equivoqué, pero, en vez de parar, decidí seguir adelante. El realizador me preguntó si quería repetirla, pero yo dije que no, porque llegaba tarde para entregar mi reportaje en la revista. Parece ser que aquel error que corregí y la improvisación posterior fueron lo que le hicieron decir a Bartolomé del Castillo, director del canal en proyecto, que “ahí, debajo del pelo –yo llevaba una melena larguísima que casi me tapaba la cara con el viento–, parece que hay algo”. Y resulté elegida entre muchísimas candidatas.
Allí nos fuimos, Mon Santiso, Gonzalo Villalba, Alberto Closas Jr, Almudena Solana y yo como presentadores y Daniel Ecija, Miguel Martín, Reinaldo y Ana Cristóbal como realizadores, además de Santiago Alcanza como guionista. Fue una experiencia inigualable. El canal fracasó porque resultó que hasta la venta de las antenas para recibirlo era fraudulenta, pero estar en Londres, que es una ciudad maravillosa, casi un año, trabajar todos los días en Channel Four, donde incluso llegué a coincidir con los mismísimos Rolling Stones, o aprender sin parar de los técnicos británicos con los además trabé una buena amistad fue absolutamente impagable.
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